Comunismo del yo: La contingencia del COVID-19 desde Michel Foucault y Slavoj Žižek

…la tarea, por tanto, no consiste en descubrir lo que somos, sino en rechazar el tipo de individualidad que se nos ha impuesto durante siglos[4]

El reconocido filósofo esloveno Slavoj Žižek, a raíz del pánico generado por el tema del coronavirus (COVID-19) mencionaba en fechas recientes que debemos tomar una decisión: “o bien promulgamos la lógica más brutal de la supervivencia del más fuerte o algún tipo de comunismo reinventado con coordinación y colaboración global”[1]. Žižek entiende este comunismo reinventado –parafraseando al jefe de la OMS– como un ‘enfoque colectivo, coordinado e integral que involucre a toda la maquinaria del gobierno’[1], es decir, una forma de intervencionismo que apunte por un bien común; enfoque que además “debería ir mucho más allá del mecanismo de los gobiernos individuales: debería abarcar la movilización local de personas fuera del control estatal, así como una coordinación y colaboración internacional sólida y eficiente”[1].

Este planteamiento de Žižek, aunque inicialmente es pensado en países europeos, arroja luces de las preguntas que deberían hacerse las economías “no avanzadas” de Latinoamérica, en donde fortalecer un Estado benefactor y coordinarse internacionalmente para generar mecanismos de protección social más abarcantes es y debe ser clave para reducir el contexto de supervivencia aleatoria que la actual crisis, sumado al panorama de precariedad latente de estas economías, arroja o puede arrojar.

En países en donde un día sin laborar equivale a un día sin comer, es urgente que existan estrategias de protección social que eviten que la situación de vulnerabilidad se acreciente; para ello, la intervención del Estado es fundamental, pues uno de los marcos que ha arrojado la actual crisis son las compras de pánico, y dado que es la oferta y la demanda quien regula los productos, hoy hay zonas con escasez de ciertos insumos que evidentemente son adquiridos por el sector más privilegiado. Que el Estado pueda intervenir regulando la venta de esos artículos es una medida de protección social que, ante un entorno más crítico puede ser clave para el control de daños y evitar así convertir esto en un escenario de supervivencia rapaz. Sumado a esto, la condonación de impuestos a negocios pequeños, mayores accesos a créditos, e incluso una reforma laboral y fiscal que dignifique el trabajo anteponiendo a las empresas de menor escala sobre las trasnacionales, contemplando además situaciones como la contingencia COVID-19, es una demanda necesaria para construir un ambiente con mayor certidumbre laboral y que permita por ende contener mejor las consecuencias sanitarias que puedan suscitarse.

Ahora bien, cómo ejercer estas formas de protección social, cómo constituir un comunismo reinventado sin pasar a un autoritarismo que limitaría ciertas libertades, es decir, cómo evitar un estado de excepción que facultara a los gobiernos a “operar por encima de la ley con la excusa de luchar contra un Otro siempre amenazante”[2]. La alternativa aquí propuesta es un regreso a Michel Foucault, pero un regreso a sus últimos trabajos. El filósofo griego Panagiotis Sotiris pregunta –en concordancia con Žižek– si es legítimo pensar en una biopolítica democrática o incluso comunista, “¿es posible tener prácticas colectivas que realmente contribuyan a la salud de las poblaciones, incluidos los cambios de comportamiento a gran escala, sin una expansión paralela de las formas de coerción y vigilancia?”[3]. Para dar respuesta a tal cuestionamiento el griego nos recuerda que si bien Michel Foucault pensó desde la idea de biopolítica que el control de la sociedad se hace mediante el y con el cuerpo, hay también en el francés conceptos como el cuidado de sí, en donde se “propone una política alternativa del bios que combina atención individual y colectiva de manera no coercitiva”[3], en palabras de Michel Foucault:

El cuidado de sí es ético en sí mismo; pero implica relaciones complejas con los otros, en la medida que este ethos de la libertad es también una manera de cuidar de los otros; […]. El ethos implica también una relación hacia el cuidado de los otros, en la medida que el cuidado de sí se vuelve capaz de ocupar, en la ciudad, en la comunidad o en las relaciones interindividuales, el lugar que conviene [4].

Ahí está, dice Foucault, el arte de gobernar, en ese cuidado de sí que “expresa una actitud consigo mismo, pero también con los otros y con el mundo”[4], y que se logra mediante el empleo de lo que el propio filósofo francés denomina tecnologías del yo, las cuales “permite a los individuos efectuar por cuenta propia o con la ayuda de otros, cierto número de operaciones sobre su cuerpo y su alma, pensamientos, conducta, o cualquier forma de ser obteniendo así una transformación de sí mismos con el fin de alcanzar cierto estado de felicidad (…)”[4]. El empleo de tecnologías del yo refiere así a los “distintos modos en los cuales el sujeto se determina por las condiciones religiosas, ideológicas, sociales, culturales, económicas y políticas, mostrando que sus implicaciones afectan directamente el proceso de humanización o deshumanización”[5]. De forma explícita, la autodeterminación que se logra mediante procesos tales como la movilización social, la solidaridad, y la ayuda colectiva representan tecnologías del yo, de ese cuidado de sí y de los otros.

Lo anterior, sumado a  la cooperación directa de un poder estatal que sea utilizado “para canalizar los recursos del sector privado hacia las direcciones socialmente necesarias”[3] –lo que Panagiotis Sotiris entiende como biopolítica popular–, es necesario para afrontar la crisis sanitaria que genera el COVID-19, y precisamente estos mecanismos estatales, una redistribución con mayor equidad de los ingresos, así como redes de apoyo populares constituirían, regresando a la premisa inicial expuesta por Žižek, un comunismo reinventado, un comunismo que podríamos denominar del yo, en donde la cooperación y la re-politización de la sociedad se vuelve clave para afrontar la crisis sanitaria actual, pues la política, en su sentido de ciudadanía y ética, es la forma en cómo convivimos y hacemos las cosas en colectividad, es precisamente pensarnos como polis y no como individuos, es apelar a normas sociales y culturales que regulen y fomenten los cuidados de sí y de los otros, e impedir que la histeria liberal, la simple ley de la oferta y demanda, tomen las riendas de un problema que nos llama a pensarnos como especie y como comunidad.

El reto de asumir un comunismo del yo choca por supuesto con practicas que ciertos sectores llevan a cabo a raíz de la actual coyuntura sanitaria, pues como respondió el filósofo surcoreano Byung-Chul Han a Slavoj Žižek:

“El virus nos aísla e individualiza. No genera ningún sentimiento colectivo fuerte (…). La solidaridad consistente en guardar distancias mutuas no es una solidaridad que permita soñar con una sociedad distinta, más pacífica, más justa”[7].

Esto puede ratificarse cuando vemos que las respuestas de reducción de la tensión son por lo general individuales y no colectivas, cuando las estrategias que buscan reducir la incertidumbre tienen como fin una mera protección personal, pareciera que la lectura de Han es más precisa que la de Žižek, sin embargo, que este sea uno de los panoramas actuales no debe paralizar, sino invitar a reflexionar sobre los retos de la organización política en un escenario como el actual; pues si bien no puede negarse la masificación del ethos hiper-individualizado, en donde dinámicas de entretenimiento en redes sociales se anteponen a medidas de apoyo colectivo, también ha habido casos como los de Uruguay, en donde «estrategias como las ollas populares para alimentar a niños y desempleados»[8] se multiplican en ciudades como Colon, Ciudad del Plata, Melo o Maldonado, y que en coordinación entre vecinos y comerciantes han dado una muestra de solidaridad elaborando y entregando comida a diversos sectores que enfrentan de forma más marginal la epidemia del COVID-19.

“Organizaciones sociales y vecinos de la zona de Colón vieron la necesidad de alimentos que tienen personas que no pueden trabajar por la emergencia sanitaria. Este miércoles, montaron una cocina al aire libre al costado de la Plaza Colón y desde las 8 de la mañana voluntarios prepararon unas 1.000 porciones de alimentos”[8]

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Ejercer estrategias como las vistas en Uruguay le darían la razón a Žižek, aunque implica un compromiso ciudadano mucho más fuerte del que hasta ahora se ha visto. Cuando notas como las del diario español “El Confidencial” advierten que  los ‘sin techo’ se situarían en la primera línea de fuego del coronavirus[9]; o se denuncia, tal como lo hace “Somos el medio”, sobre la situación de gravedad  que vive una comunidad otomí en la Ciudad de México ante Covid-19[10], en la cual alrededor de 110 familias pertenecientes a la comunidad carecen de acceso al agua y por ende no pueden realizar las recomendaciones mínimas como son lavarse las manos, hace que tomar partido se vuelva relevante, no sólo para reflexionar, sino para actuar coordinadamente con aquellos agentes que cuenten con las bases materiales necesarias para construir espacios de solidaridad. Posicionarnos desde este marco nos trasladaría a un escape de la ideología predominante, la cual distingue Slavoj Žižek:

«…no es una visión positiva de algún futuro utópico, sino una cínica resignación, una aceptación de cómo es ‘el mundo en realidad’, acompañada de la advertencia de que, si queremos cambiarlo (demasiado), lo único que nos espera es un horror totalitario (…). La función principal de la censura ideológica actual no es aplastar la resistencia –pues de eso se ocupan los aparatos represivos del Estado–, sino aplastar la esperanza»[6]

Negar la «realidad del mundo» es entonces entender que aunque quedarse en casa es un privilegio de clase, no construir vías de participación para cuidarse y cuidar de los demás es arrojarse al vacío de la ideología dominante y encapsularse en ese privilegio, es «romantizar» la crisis y no usar los medios disponibles para exigir y participar en los cuidados de sí y de los otros, es no comprender que aunque el distanciamiento es imprescindible en esta cuarentena, la despolitización y el hiper-individualismo no deben serlo. El privilegio, en países de profundas desigualdades es inevitable, pero más que un estigma son el medio de construcción de tecnologías del yo, es la posibilidad de ejercer un activismo con conciencia de clase. Por supuesto que el COVID-19 genera retos en cuanto a los medios de movilización y participación colectiva, pero como expresó la académica de CLACSO Natalia Quiroga Díaz: 

Esta crisis no es por el coronavirus: esta crisis es resultado de la mercantilización de los espacios de lo público, de lo común y de lo solidario. De estados desentendidos frente a sus responsabilidades en la reproducción social.

Ésta es una crisis de cuidados. Que nos da la posibilidad a escala planetaria de repensar y revalorizar el mundo de lo público, de lo común, de lo solidario. La única respuesta total y efectiva ante las crisis en la reproducción de la vida está dada por las instituciones universales, públicas y gratuitas, por los espacios de lo común, lo solidario, lo colectivo. Por la fuerza que tienen en estas crisis las estrategias de cuidado solidarias y no siempre estatales[11].

 

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Así, el empleo de tecnologías del yo, construir una narrativa comunitarista, o pensar en cualquier discurso que apunte a reapropiarnos de lo público y de lo común es un reto ecológico y cultural que arroja el actual horizonte sanitario, es una posibilidad de re-posicionarnos políticamente tanto ahora como en el futuro cercano y construir vías de participación colectiva que reduzcan la incertidumbre de vida que genera el actual modelo económico. Aceptar que el virus nos aísle completamente o configurar un comunismo del yo es una oportunidad que la contingencia brinda, dado que lo contingente es siempre posibilidad, es la admisión a la capacidad de selección; así que pensarnos solamente como individuos es una alternativa para afrontar esta crisis, aunque no la única, y si cabe recordar algo en estos momentos, es que durante nuestra evolución como especie la cooperación y el apoyo mutuo han sido esenciales en la adaptabilidad humana.

Autor: Gustavo Bravo Rubio (Antropólogo Social – UAEM/UACh)

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Referencias

[1] Zizek, S. (10 de Marzo de 2020). RT: Question More. Obtenido de Slavoj Zizek: Global communism or the jungle law, coronavirus forces us to decide: https://www.rt.com/op-ed/482780-coronavirus-communism-jungle-law-choice/?fbclid=IwAR1E9_oqPcjtV5FmFx8iz_IeMWhGd3saaYS8PcYH-7KlUFYrUZSk4sP5RJE

[2] Gabilondo, J. (2020). La Vorágine. Obtenido de Apocalipsis, biopolítica y estado destituyente: la precarización en tiempos de cólera: https://lavoragine.net/apocalipsis-biopolitica-y-estado-destituyente-la-precarizacion-en-tiempos-de-colera/?fbclid=IwAR1_qRTgJoy772BziOCx6rfhcdksO28oxbOBqjUhIWUUF3ZLXog4vuuoRF8

[3] Sotiris, P. (15 de Marzo de 2020). Coronavirus contra Agamben. Por una biopolítica popular. Obtenido de Uninómada Sur.: http://uninomadasur.net/?p=2575&fbclid=IwAR0kO5kk9luRxVMIaLTLYkugYt7gCpWe5rgbivmkJJlLJQIEvfxTx83cEgs

[4] Garcés Giraldo, L. F., & Giraldo Zuluaga, C. (2013). El cuidado de sí y de los otros en Foucault, principio orientador para la construcción de una bioética del cuidado. Discusiones Filosóficas, 187-201.

[5] Díaz Navarro, S. A. (2017). Tecnologías del yo. Revista de Tecnología y Sociedad, 149-152.

[6] Žižek, S. (2018). La vigencia de El manifiesto comunista. Barcelona: Anagrama

[7] Gómez Bravo, A. (23 de Marzo de 2020). Byung-Chul Han: “Žižek se equivoca. El virus no vencerá al capitalismo”. Obtenido de La tercera: https://culto.latercera.com/2020/03/23/byung-chul-zizek-coronavirus-capitalismo/

[8] https://www.subrayado.com.uy/se-multiplican-las-ollas-populares-alimentar-ninos-y-desempleados-n614393?fbclid=IwAR0cnkmGWXln6lXHdB9o8mCDwgAacaFb0c9vrq_ToF26S6hHtCA0q7_ynlc?fbclid=IwAR0cnkmGWXln6lXHdB9o8mCDwgAacaFb0c9vrq_ToF26S6hHtCA0q7_ynlc

[9] https://www.elconfidencial.com/espana/2020-03-14/coronavirus-sintecho-madrid-mendicidad-vivienda_2497719/

[10] https://www.somoselmedio.com/2020/03/23/grave-situacion-que-vive-la-comunidad-otomi-en-la-ciudad-de-mexico-ante-covid-19/

[11] Quiroga Díaz, N., & Quiroga Díaz, N. (16 de Marzo de 2020). Coronavirus y economía: cuando el cuidado está en crisis. Obtenido de CLACSO: https://www.clacso.org/coronavirus-y-economia-cuando-el-cuidado-esta-en-crisis/

2 Comentarios Agrega el tuyo

  1. Luis Aarón Miguel Angeles dice:

    Creo que la nota es muy cierta, desgraciadamente en nuestra sociedad muchos vamos al dia, es conplicado aislarse, y tambien es mas dificil cuandi las personas hacen sus compras de pánico y se llevan mucho mas de lo que necesitan, creo que el principal problema es que nuestra sociedad es muy egoísta, dinde se oiensa solo en el bienestar de uno mismo y se nos olvida que muchas personas estan en el mismo lugar o en uno peor al de nosotros, nos falta empatía y respeto, pero creo que gracias al aislamiento y a lo que se vive día a día aprenderemos también, valoraremos lo que ahora ni tenenos y extralamos y tambien nis darenos cuenta de qué estamos haciendo de nuestras vidas

    Luis Aarón Miguel Angeles 4.19

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  2. Adriana Montero Granados dice:

    Opino que esta pandemia nos a afectado a todo el mundo, a unos más que a otros, por que la mayoría de las personas tienen negocios y cómo no hay gente, tienen que dejar de vender sus cosas y ya no tienen de dónde sacar dinero, algunas de personas no tienen ni para comer día a día, algunos si tienen el suficiente dinero para sobrevivir a estos días que estemos en cuarentena, opino que el gobierno de cada país debería ayudar a la ciudadanía, o al menos a las personas que no tienen, y también deberíamos obedecer las reglas qué hay, o sea no salir, lavarse las manos, y todo eso para evitar el contagio de covid-19, lo malo es que no todas las personas lo toman en serio, y siguen saliendo y haciendo fiestas y todo, y si seguimos así todo esto va a seguir igual, y no creo que termine pronto por que siempre va a haber una persona que no obedezca o no crea en esto.

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